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DISPUESTOS A CEDER

El respeto loable y exquisito que empieza a exhibir nuestra sociedad para con minorías de diferente orden, se echa en falta con respecto a los valedores de una salud y medicinas complementarias o integrativas. Aún con todo el reconocimiento por el ánimo institucional de intentar salvaguardar la salud colectiva, aún con toda la consideración por el esfuerzo de vacunación a gran escala, no pensamos que es el “parche†(vacuna), ya casi obligado en el caso de Francia, lo que nos sacará definitivamente de esta hora difícil. Vendrán otros virus, otras calamidades diminutas y grandes (cambio climático).

Al país de Louis Pasteur, a la entera humanidad, le resta reencontrarse a sí misma, en el retorno a lo sencillo y viable; en el cuidado de su alma y cuerpo colectivos. Al presidente de esa nación le falta reconocer cuando con esa "ciencia e ilustración" fuimos demasiado lejos, caminamos en exceso solitarios, sin tiento, sin atención a la Tierra y su armonía y leyes y comenzamos a olvidar lo natural, sostenible y por ende hermoso.

Ya más en casa, sorprende igualmente el acoso al que están siendo sometidas las fuerzas y movimientos que disienten del enfoque oficial con respecto a la crisis de la pandemia. Esta persecución no tiene precedentes. La tesis y el discurso oficial, por muy mayoritarios que sean y lo son, bajo ningún concepto pueden intentar ahogar una muy legítima y franca disidencia.

Las libertades que juntos y juntas hemos conquistado, no pueden limitarse con el argumento, en exceso magnificado y manido, de salvaguarda de la salud colectiva. Es un mínimo compromiso que debemos a tantos y tantas que vertieron su sangre y cayeron por ellas. La expresión de la pluralidad de enfoques sobre la salud y la crisis que atenaza al conjunto de la humanidad es un derecho por el que tiene que velar nuestra sociedad moderna. En el respeto a este género de disidencia, cada vez más numerosa, también nos jugamos democracia y modernidad.

Quien piensa que el “pincho†no es la definitiva solución, quien opina que la vacuna no es por lo menos la exclusiva defensa ante el virus, quien defiende que una vida natural más respetuosa con la Tierra nuestra Madre, nos proporciona un escudo más poderoso ante esa y otras enfermedades, ha de ser respetado en todo su derecho de expresión y manifestación.

Durante tiempo tratamos de calmar una extendida inquietud que proclamaba que la vacuna terminaría siendo obligatoria. La historia no vaya a dar tristemente la razón a ese alarmismo. La batalla ante el virus no la terminará de ganar una salida cortoplacista, ni la coacción que merma libertades y que obvia el verdadero origen de la crisis.

Hemos de considerar la refundación de una nueva civilización sobre otros valores de sostenibilidad, austeridad y solidaridad. Cada vez más ciudadanos y ciudadanas sentimos que es el retorno paulatino a una vida más sencilla y natural lo que en verdad nos puede devolver la esperanza colectiva, lo que puede garantizar futuro para las próximas generaciones.

Por tierra, mar y aire, en todas las naciones, por todos los medios y altavoces se nos implora que nos pongamos a esa cola, que nos metamos en el cuerpo ese suero de insospechadas consecuencias y estamos dispuestos/as a aceptar. Por la paz un Ave María y una vacuna que azota y deja afiebrados y tirados nuestros cuerpos. Por la armonía y la sana convivencia también estamos dispuestos a ceder.

Por tierra, mar y aire, en todas naciones y por todos los medios y altavoces pedimos de forma igualmente encarecida que se reconsidere seriamente este paradigma de civilización materialista y consumista que destruye la Naturaleza, que atenta contra la Tierra Nuestra Madre, que no es sostenible, que no tiene recorrido alguno y que constituye la verdadera razón de los dos grandes azotes que en estos momentos padecemos la humanidad, a saber, la crisis del COVID y el cambio climático.

 
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